miércoles, 28 de noviembre de 2007

CRECER, AVANZAR, CAMINAR

La oración silenciosa se lleva por delante realidades amadas, conveniencias, costumbres, que son como caparazones que amenazan con ahogar y asfixiar y paralizar el corazón. (...) Ofrecerse hasta echarse de menos uno mismo.(Pascua 97)

Crecer, avanzar, caminar... siempre es un esfuerzo, siempre es una actividad ardua, difícil y costosa que requiere de nuestra atención, de nuestra voluntad, de nuestra sed de crecimiento, de nuestra necesidad de responder al grito inesperado del corazón.

No sabemos exactamente el por qué pero nuestro acercamiento al silencio, a la interiorización viene de una necesidad que nadie nos explicita, un buscar sosiego a la inquietud interior, un peregrinar hacia no sabemos dónde, porque en ocasiones, sin motivos aparentes, nos sentimos empujados, llamados, atraídos hacia una cierta quietud como si algo nos reclamara. Buscamos acallar ese ruido que nace de dentro, del interior.

En estas palabras Moratiel nos recuerda que el silencio nos aligera de realidades exteriores a las cuales estamos tan atados, tan enlazados, tan apegados y quizás por estar tan apegados, tan sumergidos y aprisionados por esa exterioridad, sentimos como una amenaza, nos sentimos como aprisionados en nosotros mismos.

La sed que experimentamos, la necesidad de desahogo que surge desde dentro, es la necesidad de atención, es como una petición de auxilio que nos pide el corazón para que le atendamos. Hay que liberarlo de costumbres, de tradiciones, de cotidianidades, de quehaceres, de tanta actividad que acumulamos en el frenesí diario. Hay que llevar a cabo una limpieza, deshacernos de vacuidades, de ropajes y máscaras, regresar a la desnudez, a la simplicidad, a la belleza del despojo, para renovarnos y llenarnos de la misma vida, pero sin ataduras, sin apegos, siendo vida y una vida libre.

jueves, 22 de noviembre de 2007

ENSIMISMARSE CON LA VIDA

Cuando somos capaces de calmar nuestra vida, cuando nuestros quehaceres, nuestras actividades y nuestros deseos los dejamos aparcados, cuando damos calma a nuestras acciones, a nuestros dinamismos, cuando damos espacio a la vida, a la contemplación… nos ofrecemos la oportunidad de un encuentro.

En esos espacios de calma exterior, de apaciguamiento de actividades, podemos adentrarnos hacia nuestro interior donde nuestra alma puede hallar el medio para encaminarse hacia si misma. Puede ser el instante para retomar el encuentro con el Dios de la vida, con la divinidad, con la trascendencia, con lo oculto, con lo callado o silencioso que hay en nosotros. Un encuentro que puede manifestarse en la soledad, en un cruce de pensamientos, en un sentimiento, en un rayo de sol, en una silenciosa llovizna, en un oscurecer… cualquier lugar y momento puede adentrarnos hacia nuestro sentir, hacia nuestro vivir, hacia la compañía de lo inefable; en cualquier instante o circunstancia puede surgir un encuentro que nos llene y nos inunde de lo indecible, de lo inexpresable que nos habita.

Quién ha experimentado uno de esos breves espacios, quien ha vivido uno de esos momentos, sabe que la felicidad es intensa e inmensa. En esos instantes la vida nos ensimisma por si misma, nos llena con su sola presencia, nos alegra ante cualquier expresión, manifestación o revelación que nos ofrezca, nos regale o no dé. Es bello el sol que nos alumbra, la palabra que recordamos, la voz que escuchamos un día cualquiera y es bella la simple sensación de vivir la vida.

Moratiel nos habla de “ensimismarnos con la vida” pero para ensimismarnos con la vida debemos aprender, entender y acoger la vida a través de si misma, tal y como ella es, no a través de nosotros mismos o como nosotros queremos que sea, sino como ella es.

sábado, 10 de noviembre de 2007

CAMINEMOS CON LIBERTAD

"A VECES AÑORAS LA LIBERTAD, PERO NO QUIERES SOLTAR LAS COSAS PASAJERAS". (La Posada del Silencio, pág. 78)

¡Cuánta certeza en estas palabras!

El estar agobiados, el estar estresados e incluso al estar malhumorados reconocemos que nuestras ataduras o nuestras obligaciones, muchas de ellas las hemos adquirido voluntariamente, las realizamos en ocasiones para revalorizar nuestro ego.

Quién de nosotros no ha dicho en algún momento:

Si no estuviera yo detrás de…
Si no vigilara este asunto o a esta persona… quien sabe lo que hubiera pasado.
Si yo no atendiera… tal cosa u otra.
Si no fuera por mí… vete tú a saber.

Cosas que creemos que sin nuestra presencia o nuestra atención no estarían donde están o no serían como son. Y en ocasiones es cierto, gracias a la figura materna o paterna pues aquel hijo encamina bien sus pasos, gracias a nuestro apoyo una persona encuentra la forma de resolver tal problema o tal otro… y está bien que actuemos así, lo malo es cuando nos tenemos por imprescindibles y creemos que sin nosotros aquello se hundirá o desaparecerá, y es posible, pero nuestra vida, nuestro ser, no es para atarse a un hecho, a una causa o a un propósito, nuestra vida es para vivirla, para compartir, para darla, para expresarla, sin apegos, sin ataduras ni dependencias. Nuestra vida es para vivirla en libertad.

Moratiel no se preocupó de si la escuela tendría o no continuidad, Moratiel no buscó un persona que le sucediera, Moratiel se dedicó a enseñarnos a vivir libremente, sin lazos opresivos, sin redes complicadas, no nos dio fórmulas mágicas o enunciados infalibles, sino los medios que nos capacitaran a ir soltando lo pasajero, nos hacía comprender la libertad de la que dispone el ser humano, y que es la misma vida quien ordena sus cosas, sus quehaceres y nos ordena a nosotros. Dejemos pues actuar a la vida y caminemos por ella en la libertad que nos ha sido dada.

lunes, 5 de noviembre de 2007

NO TE VAYAS

“NO TE VAYAS DE AQUÍ, NO TE VAYAS DE LA VIDA, NO HUYAS DEL AMOR”
(La Posada del Silencio, pág. 44)


¡Qué hermosas y bellas palabras, nos dice aquí Moratiel!

En general todas sus palabras son como destellos de luz que alumbran nuestro ánimo y nuestro caminar cuando éste se encuentra apagado, cuando nos sentimos como aletargados y ausentes del presente que nos acoge.

Escuchar que alguien te dice “no te vayas”, es como una hermosa melodía que te envuelve y te ampara, te ofrece su presencia y expresa lo importante que eres para aquel que te lo está pidiendo. Moratiel nos lo transmite como una petición desde la misma vida, desde el mismo sentir, es el eco de ese Dios de la vida que siempre nos asiste.

El hombre no siempre es consciente de esa necesidad que la vida tiene de él, nosotros necesitamos que sea otra voz, otro sentir, otro ser como nosotros, necesitamos y queremos que esa petición venga en su manifestación humana, un igual a nosotros. No sabemos vivir arropados por la única presencia de la vida, queremos y necesitamos apoyarnos unos en los otros y cuando esta relación de cercanía, de complicidad, de unión no está presente, nos sentimos solos, alejados, como exiliados de la vida.

Moratiel que conocía bien ese sentir de la soledad, del aislamiento del alma, nos da un camino, nos da una andadura, la del Silencio. No es una senda donde debamos permanecer callados, silenciosos como comúnmente podemos entender, sino un camino donde nuestras ansias, nuestros deseos o quizás él nos diría, nuestro ego, que quiere dominar y ser dueño de la situación, quedan como apartados. El Silencio es para no dar tanta importancia a nuestros objetivos, a nuestros deseos y contemplar la vida desde la misma vida, vivir la vida recibiendo lo que ella nos da. Por eso “no te vayas de la vida, no te vayas de aquí” porque si nos vamos, la vida no tiene con quien compartir todos sus grandes tesoros, todos sus bellos momentos.

Así pues, “no huyas del amor” porque la vida que nos ha sido dada es para compartir y para recibir todo aquello que para nosotros tiene reservado la misma vida, la vivencia del eterno presente, la presencia y el disfrute de todos nuestros ahoras.

viernes, 2 de noviembre de 2007

"... POR NADA"

Dar por nada. Vivir por nada. Amar por nada
J.F. MORATIEL

Quisiera escribir una reflexión sobre estas palabras que Moratiel expresó varias veces y en distintas ocasiones. Son manifestaciones que quedaron grabadas en mi mente por el gran contenido que siempre me transmitieron y por la dificultad en ser vividas dentro de mi vivir cotidiano. Me tomo la libertad de reflexionar “en voz alta”, porque desde que se las escuché la primera vez, siempre me sorprendieron y me parecieron bastante utópicas. Con el paso del tiempo su mensaje se me ha cómo desmenuzado en mi comprensión y aunque siguen pareciéndome bastante irrealizables, por lo que a mí respecta, las recibo como más cercanas.

El concepto de “… por nada” es muy hermoso y a la vez muy altruista. Sé que hay personas que hacen cosas por nada, por el simple hecho de hacerlas o porque así las sienten, y a la vez quizá lo hagan durante largos períodos de tiempo. Pero creo que en el fondo siempre esperamos recibir algo, aunque sea una muestra de agradecimiento o desde nuestro ego, un resaltar nuestra acción realizada. Moratiel termina cada concepto “… por nada” pero para mí no se vive de la misma forma, ni se espera lo mismo, ni se siente de igual manera el dar, el vivir o el amar.

El DAR quizás sea algo más cercano o factible, damos limosna, damos una sonrisa, damos compañía, damos un tiempo, damos… donde el dar es un acto que suele ser temporal, porque se da algo que de una forma u otra se posee. No entro en los actos heroicos y extremos, porque mi objetivo en esta reflexión es hacerlo desde lo cotidiano, una reflexión desde nuestro vivir diario. Bien es cierto que el “dar por nada” si se hace de corazón, los que lo han experimentado dicen que reciben más de lo que han dado.

El VIVIR tiene otros conceptos variados. Vivimos porque estamos en este mundo y no podemos hacer otra cosa con esta existencia que nos ha sido dada que vivirla. Metidos en esta vida nos habitan unos deseos, unas metas, unos horizontes, unas ansias… y vivimos esperando realizarlas. Vivimos deseando mejorar, tener buena salud y sentir el calor de nuestro entorno. Vivimos, y en ese vivir, caminamos hacia una meta o una dirección y lo hacemos por algo, porque así lo impone la propia vida o porque así lo esperamos o deseamos nosotros, pero creo que siempre vivimos por algo o esperando algo en relación a lo exterior de cada uno.

Cuando llegamos al concepto de AMAR, a mi particularmente me parece un sueño casi inalcanzable el “Amar por nada". Cuando amamos deseamos relacionarnos con la persona amada, ya sea nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres, amigos o demás familiares y conocidos. Cada uno en su grado de afecto, pero deseamos relacionarnos con aquella persona por la que nuestro corazón tiene un sentimiento, una pasión o una afecto, a unos más que a otros, pero ese sentir hace que deseemos compartir, convivir y relacionarnos con esos seres que amamos. Amar por nada, porque sí, sin más, es lo que a mi me parece demasiado difícil, quizás yo lo observe desde una perspectiva errónea, pero amar significa querer, desear, compartir… es decir, dar y vivir lo que sentimos relacionándonos con lo amado e indiscutiblemente esperamos recibir algo de aquel o aquellos a los que amamos, no material, externo, sino tiempo, momentos, espacio, lugar… y cuando eso no se recibe, sencillamente lo pasamos mal.

Dar, vivir o amar por nada, es para mí como inalcanzable, porque esa forma de ser “por nada” lleva consigo una gran llenura de interioridad. Personas que se sienten y viven acompañados por esa luz interior, por un sentirse habitado y acompañados por la propia vida, como integrantes de ese todo que es el cosmos, que es la vida y manteniendo al mismo tiempo su singularidad, su ser único, es decir, para mí: Moratiel. Y al decir Moratiel (a los que le conocimos) no quiero significar que él no “necesitara” de los otros, que Moratiel no quisiera vivir y compartir con el mundo, sino que Moratiel sabía compartir sus momentos, ofrecer su escucha, dar su tiempo, su espacio, sus instantes y quizás sus pensamientos, pero sin esperar nada, sin desear nada, sin tener en cuenta nada, simplemente vivía el ahora, el instante presente, sin metas, objetivos o proyectos. Sabía vivir la vida que le era dada en ese ahora… por nada.