jueves, 28 de febrero de 2008

REGALO


Oscurece… el día termina
y en la negrura de la noche
mis pasos parecen sucumbir.

Algo de mi siente también perderse,
algo se aleja cuando oscurece
y siento la tristeza adueñarse de mí.

Nació la noche… inició su camino,
su trecho delante de mí
y ahora que ya amanece
me doy cuenta… ¡qué tonta fui!

¿Por qué se adueñó de mí la tristeza
si fue un día que pasó?
La noche escondía bajo su bello manto
un nuevo día y con la aurora me lo regaló.
*

sábado, 23 de febrero de 2008

BUSCÁNDOME


En el silencio te busco.
En la quietud te persigo.
Buscándote día tras día,
así de mí me olvide.

Oculto, escondido,
dentro de mí habitas,
pero es tanto mi afán
que hallarte no consigo.

Caminas conmigo.
Acompañas mis días.
Y mis ojos ciegos,
no te distinguen

Conóceme.
Muéstrate.
Y en el silencio…
Háblame.

Que en el silencio te encuentre.
Que en la quietud te halle.
Y hallándote... me encuentre.
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miércoles, 13 de febrero de 2008

DOS

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Humanamente hablando, hace dos años que Moratiel entró en el Silencio. Pero desde este lugar en el que me hallo, creo que muy privilegiado, ahí detrás del teclado del ordenador, casi podría constatar que Moratiel es como si estuviera en algún encuentro, en cualquier lugar de la geografía española o en cualquier otro lugar del mundo. Total para él, eso de las distancias era relativo.

Dos años sin su presencia física, pero un tiempo donde su presencia sigue estando presente, sus palabras resuenan como siempre, su sonrisa la llevamos en nuestro corazón, el tono de su voz lo revivimos de forma más personal, quizás me atrevería a decir más íntima, desde el corazón, desde las grabaciones, en esas frases o conversaciones que cada uno de nosotros compartimos con él y que llevamos grabadas en nuestro corazón, en nuestro silencio... y donde su presencia… está. ¿Cómo? No sabría explicarlo, cada persona, cada discípulo, los amigos que conozco, simpatizantes e incluso internautas… cuando me lo nombran o escriben de él, tienen cada uno de ellos una peculiaridad, un rasgo distinto uno de otro. Moratiel está presente en todos nosotros, no podemos palparlo, no le podemos tocar, no le podemos ver físicamente, pero le sentimos presente y vivo en nuestro sentir, en nuestro corazón, en nuestro silencio.

Hace dos años ya que de forma casi inesperada parecía que el mundo del silencio se derrumbaba, ¡nuestro iniciador, se nos iba! nadie parecía dar crédito a lo que sucedía y a lo que el futuro nos podía deparar, todo se hallaba como en la cuerda floja. Fue ese año 2.006, y después de su partida que todo nos parecía como una especie de prueba, todo era una incógnita ¿qué le esperaba a la Escuela del Silencio?, ¿seguiríamos?, ¿seríamos capaces de continuar?, y ¿cómo si él ya no estaba?... todo eran interrogantes, todo era esa especie de temor ante lo disperso, ante el miedo, ¿por qué quien tomaría las “riendas”?, ¿quién retomaría sus pasos?… El tiempo ha pasado, nadie ha tomado las riendas, muchos seguimos sus pasos, y seguimos al “frente” más o menos los que estábamos, pero cada uno en su espacio, en su zona y pasados dos años ahí siguen los encuentros, reencontrándonos en aproximadamente las mismas fechas, en prácticamente los mismos lugares y con un entusiasmo que a veces me asombra. Nadie dirige, nadie manda, nadie ordena pero la Escuela sigue y sigue funcionando con el mismo entusiasmo y el mismo cariño de siempre; más si cabe, por la “responsabilidad” que de alguna forma uno siente, y por el respeto a la persona de Moratiel y a su Escuela.

Quiero desde esta ventana, discreta en la web, agradecer la entrega, la colaboración, la continuidad, el cariño y el entusiasmo a todas aquellas coordinadoras que retomaron los encuentros de su entorno y ahí siguen todas. No quiero mencionar a ninguna, por la sencilla razón que algún nombre podría olvidarme, pero si deseo destacar a Alexandra que en el año 2.007 inició los encuentros en Uruguay, lugar donde nunca se habían celebrado, a la familia Moratiel, en especial a Lydia y Pepe que se han volcado en nosotros y colaboran en todo lo que está en sus manos, a Reginaldo, el hermano de Moratiel, el cual hace poco tiempo se reunió con él en el Silencio, pero que en esa brevedad en que le conocimos, nos acogió con ese cariño especial que tiene la familia entorno a la Escuela y a sus discípulos.

Son dos años humanos, dos años de un calendario relativo, pero creo que... desde el corazón de todos es simplemente un espacio, un tiempo sin su presencia física, sin su presencia visual, pero con toda su presencia silenciosa. Me gusta pensar o me gusta verlo como otra etapa de la Escuela del Silencio, tenemos en nosotros, entre todos nosotros, la plenitud que Moratiel supo darnos en el silencio y a través del silencio.

A todos, gracias por estar ahí y por continuar caminando juntos.

M. Àngels
ESCUELA DEL SILENCIO

miércoles, 6 de febrero de 2008

EL SENTIR DEL RUIDO

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Hay en nuestro interior una presencia siempre presente. Hay siempre en nuestro interior un espacio ocupado. Es el ruido que nos habita, que nos invade, un ruido que forma parte de uno mismo, porque si ese ruido no existiera, si ese ruido no estuviera ahí, simplemente habría oquedad, hueco, envoltorio, envase, cuerpo vano.

Cada uno de nosotros está habitado, habitado por su sentir, por sus pensamientos, por sus quehaceres, por sus deseos, por tantas y tantas cosas, que todas ellas son las que realmente constituyen o forman nuestro especial y singular ser. Un ser diverso, distinto de nuestros semejantes, parecido pero no igual y es que somos una riqueza de matices y una variedad de manifestaciones incapaces de percibir y nos perdemos un poco en cada una de ellas sin llegar a conocerlas todas.

Cuando hablamos de nuestro ruido, ese ruido no es más que la manifestación de un aspecto que sobresale del resto, consciente o inconscientemente, pero es algo que nos preocupa, algo que quizás le damos excesiva importancia y por eso adquiere más presencia que el resto, y la verdad es que las inquietudes, las alteraciones y la propia diversidad estarán presentes siempre.

La práctica del silencio es para calmar, para situar todo de nuevo otra vez, cada cosa en su lugar, cada aspecto o preocupación en su sitio y que nada ocupe más espacio del que necesita, es armonizar nuestro interior; y a su vez, permitirnos ese espacio donde descubrir parte de toda esa riqueza que nos habita y que desconocemos porque nunca nos paramos a descubrirla.

Sentir nuestro ruido, no es perjudicial, no es gravoso simplemente es como una llamada de atención de que algo se ha como extraviado, de que algo tenemos que situar de nuevo en su espacio y en su lugar. Darnos, ofrecernos silencio es como ordenarnos, es como establecer esa organización interior que parece haberse alejado. Cada uno de nosotros somos especiales y únicos, pero al no conocernos en nuestra totalidad, andamos como desorientados, como alterados de nuestra propia completitud.

El silencio, esos espacios de tiempo con nuestra desconocida totalidad.
El silencio esa puerta que permite la manifestación entendible y comprensible de parte de nuestra interioridad, de nuestro ser único, de nuestra singularidad.
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