domingo, 20 de julio de 2008

DAME TU CORAZÓN (Reflexión)


Buscaba un texto que en cierta forma diera “explicación” a nuestras improvisaciones, a nuestras espontaneidades, a nuestra naturalidad impensada. Cuando sin pensar actuamos, hacemos cosas o decimos palabras imprevistas, nosotros mismos, a veces, nos sorprendemos. Si volvemos sobre ellas, lo primero que nos viene a la mente es ¿cómo hice o dije tal cosa?

No siempre acertamos, es cierto, pero a veces aquel arranque de espontaneidad resulta ser lo más adecuado, lo más idóneo, lo mejor que podíamos haber hecho y quizás no lo hubiéramos llevado a cabo si antes lo hubiéramos razonado.

Moratiel solía decir en los encuentros que no pensáramos las preguntas, los interrogantes, las cuestiones… que simplemente las dijéramos. Cuando pasamos nuestro interrogante por el medidor de lo correcto o de lo adecuado acabamos callando. ¡Cómo se me ocurren semejantes cosas! ¡Suerte que nada dije! Y quizás al cabo de un tiempo nos arrepintamos por no haber dicho o hecho tal cosa o tal otra.

Si dejamos nuestro corazón al sentir de dentro, al latir de lo profundo sin adornos, prejuicios o intereses externos, parece como que alguien nos dijo lo que teníamos que decir, como si alguien nos hubiera chivado las palabras. Guiados por el sentir del corazón creo que no debiéramos tener temores, a pesar de que a veces, nos pueda parecer a simple vista algo incoherente o fuera de lugar.

Dar el corazón al silencio da esa confianza ilimitada al hacer, al decir, al escuchar o simplemente al estar.
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domingo, 6 de julio de 2008

LA OSCURIDAD


Siempre el nacimiento viene de lo oscuro. (j.f. Moratiel)

Hallarse en el vivir de oscuridad, en ese sentir de vacío, de esa nada que nos inunda, crea en nosotros dolor, tristeza, sentimos hundir nuestro ánimo y nuestra habitual expresión se torna triste. Nada parece alegrarnos, ni los colores de la vida pintan nuestras horas de vida… leer, escuchar, recordar las palabras de Moratiel es una solución, no es una fórmula mágica, no es una parche que podamos ponernos en el día de hoy, no es una píldora para calmar el dolor de cabeza, no es eso ni mucho menos. Retomar el sentido de las palabras de Moratiel es recordar y caer en la cuenta que en la oscuridad nos desprendemos de aquellas cosas que pierden valor, de aquello que ya carece de interés, nos ayuda a valorar y a dar sentido a lo más pequeño de la vida, a lo discreto, a lo humilde, a lo inapreciable quizás y en todo ello sentir uno que simplemente está bien.

Moratiel solía decir que cuando uno está bien, todo lo está, y uno sabe cuando está bien. Estar bien es nacer a lo pequeño, a lo insignificante, a lo más elemental de la vida, de nuestra vida, ese “buenos días” del vecino que encontramos en el ascensor, ese dejarnos paso en el metro, ver la sonrisa de un niño que va a la escuela agarrado de la mano de su madre, recibir el rayo de sol de la mañana, o la fina lluvia que quizás nos haga aligerar el paso… y sentir que todo eso que nos rodea es la expresión de la vida, es el entorno que nos acoge, es escuchar el latido de la vida, un latido que puede ser también el nuestro.

La oscuridad no está en lo que nos rodea, la oscuridad no está en el entorno, la oscuridad es el color de nuestra mirada, la predisposición de nuestra comprensión, de nuestro pensamiento… pero también la oscuridad es necesaria para que a través de ella desechemos lo que ya no nos sirve, lo que ya no necesitamos y dejemos espacio y lugar a lo nuevo que nos aguarda. Sepamos aceptar la oscuridad como tránsito, como puente que cruza al otro lado y descubrir la inagotable riqueza de la vida.
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