jueves, 31 de diciembre de 2009

DOCE MANERAS DE TOMAR LAS UVAS DEL AÑO NUEVO




1. Saborea cada uva y en ella la tierra que la alimentó y la luz del sol que la embelleció. Y entretanto pregúntate internamente: ¿dónde termina lo viejo y dónde empieza lo nuevo en mi vida?

2. Respira, guarda silencio y sueña por el espacio y tiempo que hay entre una uva y la siguiente.

3. Mastica dejando que tu boca dibuje una sonrisa.

4. Come despacio, abre los brazos y nútrete con el licor de la belleza y de la justicia.

5. Intercambia una de tus uvas con la de alguien muy querido.

6. La uva número seis cómela de manera majestuosa, sentado o de pie, pero siempre erguido sobre tu propio centro y eje. Cómela con una conciencia reafirmada de tu singularidad y dignidad.

7. Deja que el líquido de esta uva gotee por tu cara, se derrame de tu boca y pueda iluminar tu rostro con el licor de la alegría.

8. Degusta y baila al mismo tiempo: que tu comer esta uva sea una auténtica danza sagrada.

9. Lanza esta uva al aire y procura que caiga en tu boca y no en el suelo.....lánzate a la aventura de lo inesperado, de lo que tal vez no se consiga, pero que puede sacarnos de la rutina y hacernos despertar de la inconsciencia.

10. Ayuna de esta uva, devuélvela a la tierra, siéntete solidario con los que no tienen ni siquiera una pequeña uva que llevarse a la boca y paladea una vida sin excesos, pero plena.

11. Come abierto a sentirte en comunión con todas las personas que han realizado este rito antes que tú, con todas las esperanzas que condensaron en una uva. Deja que este pequeño fruto de la vid recorra las venas de tu solidaridad y una tus latidos a los de todos los corazones humanos.

12. Abandónate a la sabiduría de tu cuerpo, de tu corazón...... y déjate instruir por ellos acerca de cómo comerte la última uva. Come y escucha, escucha.... porque esta uva puede susurrarte un mensaje decisivo para el nuevo año que comienza.


Doce campanadas....... doce uvas...... doce latidos de un Co-razón Enamorado de la Vida y del Mundo.


Feliz Año para Nacer de Nuevo...


JOSÉ MARÍA TORO
(Tomado del libro LA SABIDURÍA DE VIVIR (2ª edición). Editorial Desclée.págs 149-150)

martes, 15 de diciembre de 2009

LA SONRISA DEL SILENCIO



“La sonrisa es la línea curva que todo lo endereza”

Todo nuestro cuerpo está sometido y se ve afectado por la tremenda fuerza de gravitación de la tierra. Una tierra que, como símbolo de la realidad y expresión de nuestra vida cotidiana, nos demanda, nos cansa, nos pesa, nos abruma y, a veces, incluso nos deprime y aplasta.

La primavera es la estación por excelencia de la alegría. El modo como expresamos el gozo supremo es saltando de júbilo. Pero no podemos saltar sin antes soltar todo el peso de nuestros cansancios, toda la carga de nuestras tensiones y ansiedades.

A veces perdemos de vista la conciencia de que perder la sonrisa no es otra cosa que haber perdido la suspensión de nuestra columna, de nuestro cuerpo, de nuestra vida. La negación y disolución de la sonrisa no es sino la afirmación de un desplome, de un “venirnos abajo”.

La sonrisa no es sino expresión de un estado de suspensión. Es un estado interno que se configura a partir de un determinado estado energético y muscular.

Levantar las comisuras de nuestros labios es la primera piedra sobre la que podemos erigir un cuerpo y una vida que sean manifestación y expresión de suspensión, centramiento, equilibrio y calma.

Descansar en el silencio en primavera es nuestra gran oportunidad para soltar y liberarnos de todo lo que pueda impedirnos rebrotar y nacer de nuevo.

Descansar en el silencio es, por tanto, una invitación a la alegría.

Y la alegría siempre hace florecer en nuestra cara los pétalos de la sonrisa.

Es en los ojos, órganos de los sentidos por excelencia de esta estación de la primavera, donde descubrimos la “verdad” de una sonrisa. La sonrisa interior provoca una onda de energía que fluye hacia arriba, iluminando la cara y encendiendo los ojos. En la persona que sonríe los ojos se encienden y brillan como expresión de que alguien está dentro y habita en el interior.

La meditación silenciosa es el gesto más “serio” y decisivo de personas que destilan alegría y que sonríen a la vida y al mundo. Son los “ruidos” los que desdibujan la sonrisa de nuestro rostro.

Es el silencio el escultor eminente de la sonrisa del alma que se refleja en nuestro semblante. Una sonrisa que no hace sino expresar que estamos en nuestra casa, en nuestro hogar, en nuestro corazón.

JOSÉ MARÍA TORO
(extraído del libro LA SABIDURÍA DE VIVIR, 2ª ed. Desclée 2008)

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