miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA DESILUSIÓN DEL OTRO

Establecemos relaciones unos con otros y sin saber por qué, se nos cruzan en la vida personas que sin motivo aparente nos encandilan, nos deslumbran, nos fascinan nada más verlas. Algo hay en ellas que nos atrae, nos seduce lo que brota o percibimos de ellas.

Son relaciones, amistades, conocidos que se convierten inesperadamente en motivo esencial o importante en nuestra vida. Cuando más nos acercamos más anhelamos conocer, cuando más nos relacionamos más deseamos saber, necesitamos aproximarnos y sin proponérnoslo catalogamos y valoramos al otro, en un abrir y cerrar de ojos.

De repente un día cualquiera, un suceso insignificante, una visión distinta, una palabra diferente o un hacer inesperado, nos descubren aspectos que posiblemente ni habíamos pensado, que ni tan siquiera habíamos imaginado y ese ser pierde luminosidad ante nuestros ojos. No es un juicio, no es un echar en cara, no es calificar, no es un condenar, no es un sentenciar, simplemente aparecen visibles ante nuestra mirada, exteriores, detalles, rasgos que ya estaban en el otro y que no habíamos percibido, ni tan siquiera habíamos reparado... pero cuando la visión del otro se nos expande, se nos amplia, aparece ante nosotros de otra forma, de manera distinta a como le habíamos “catalogado”; es como si viéramos a una persona diferente de aquella que nos atrajo en un principio, de aquella que nos sedujo y que nos encandiló en un inicio. Y aquella pieza perfecta del puzzle resulta que ya no encaja, ya no se ensambla al tablero de nuestra vida. La luz de ese ser que nos atrajo sigue estando ahí, pero al ser nuestra visión algo más amplia, ese atractivo, esa imantación ha disminuido y descubrimos con desilusión nuestro ‘error’.

Las personas, en general, no cambiamos tan radicalmente, no solemos disfrazarnos tan puntualmente, así pues ¿por qué sucede? Quizás podríamos decir que el ser humano, por defecto, enjuicia, valora y opina muy alegremente, de forma fácil nos dejamos llevar por nuestras inquietudes y por nuestras impresiones momentáneas, lo que provoca situaciones y relaciones fugaces, porque procesamos y valoramos efímeramente.

El otro, posiblemente es el mismo, pero nuestras miras ya no son las mismas, nuestra percepción ya no es la del comienzo, nuestras expectaciones al respecto se han esfumado, y aparece la desilusión.
La desilusión del otro.
Ese otro que quizás ni se ha dado cuenta de la movida ocasionada,
ese otro que inocentemente hemos convertido en quien realmente no era
ese otro
que no es un objeto valorable a nuestro criterio, tampoco nosotros pretendíamos ese fin, pero la impulsividad, el encanto del momento, la magia del instante nos ha hecho enjuiciar lo que no se puede o lo que no se debe juzgar, porque nadie es ni debe ser juez de nadie... pero nuestra imaginación se desbocó y nosotros tras ella...

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#1112270814153

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sábado, 3 de diciembre de 2011

TEMPUS FUGIT




El tiempo vuela y gracias a Dios que es así. El tiempo en su transcurrir va llevándose nuestra vida y con ella lo vivido: nuestro pasado. Aquello que ya no podemos cambiar y de lo que tan sólo nos quedan algunas huellas, algunos trazos que guardamos cuidadosamente en nuestra memoria como grandes tesoros o enormes lagunas.

Somos lo que somos por lo que hemos vivido, por cómo lo hemos vivido y de la forma en que lo vivimos. A veces decimos que iniciamos un nuevo día y puede ser verdad, quizás cambiemos algunas cosas o quizás le demos la vuelta a todo, pero realmente no empezamos nunca desde cero, venimos de un ayer y tenemos ya una forma, una estructura. Creo que se puede decir que, incluso en el momento de nuestro nacimiento, de una manera u otra, llevamos algo que nos antecede, y no me refiero tan sólo a nuestro período de gestación, sino también, al de nuestro origen con las huellas de nuestros predecesores.

El tiempo vuela y lo bello de ese volar es que sintamos que hemos vivido, que aquello que ha existido y existe en nosotros, bueno o menos bueno, es la propia vida, una vida que nos ha hecho vibrar, que ha dejado su paso y que nos permite sentir viva la vida. Nuestros buenos momentos se irán almacenando en nuestra memoria como grandes tesoros y los menos buenos como enormes lagunas. Y es humano que ello permanezca en ese baúl de los recuerdos, la diversidad de los momentos nos permite valorar esa vida que se nos da.

En cualquier caso, aunque el tiempo vuele, eso no es lo más importante, lo que realmente alberga mi corazón es saber que he vivido, que vivo y que todavía me queda todo el resto de mi vida por vivir. No importa el balance, no interesa saber si hay déficit de tesoros o excedente de abismos, lo válido es que ambos dejen su paso.



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